Para Aleqs Garrigóz
Bajaste al fondo de tu desgracia,
solo para adquirir la figura impúdica del perro
y esperar penetraciones de objetos punzocortantes
que llegarían como promesas de la histeria.
No es necesario un ojo sano para ver
que eres hojarasca a mitad de su incendio,
desechos plásticos derritiéndose en una fogata.
Ardes desde el nacimiento maltrecho
hasta muerte la prematura en que todo será olvidado.
Naciste vacuo hasta de entrañas, amorfo,
y te has moldeado por la mano de la enfermedad.
Pero antes de nacer, ya pedías morir.
Sucio, ponzoñoso, te muerdes la cola
como la serpiente del vicio bajo la obvia amenaza
–silla eléctrica– de tu pasado.
Y el futuro se cierra en tus manos,
ajenas a la alegría, extasiadas con su fealdad.
La infamia es en tu cabeza blanco de proyectiles
porque el peso de tu más grave error
no se borra con el baño y muchos queremos participar
de su vergüenza pública.
Tu sensación de todas las cosas
es la del alcohol en las heridas y la gonorrea.
El mundo mató ya a pedradas
a tu niño interior, ese al que violas rutinariamente
por no desperdiciar un solo cadáver:
corrupción de lo anormal.
Una cruz de malestares signa tu paso por el mundo.
Te escondes bajo la mentira del arte:
patetismo, incapacidad de amar,
frustración ante el espejo cotidiano. Y lo demás.
Serás pronto cenizas en la barbarie de tu alucinación,
por querer adjudicarte los crímenes humanos antes de ti.
Abuso de ti mismo fuiste: traición a la vida.
No hay cirugías del alma que reparen
tu desviación, la grotesca mueca
con que te exhibes en concurridas avenidas.
Cuando pequeño, un demonio te apartó
para fungir como tea humana en la tragicomedia
que representas, los nervios como clavos
y una sonrisa de payaso, toda desconfianza,
por la que eres rechazado violentamente
hasta las lágrimas del adulto.
Mas, créelo cuando lo digo.
Quiero arder contigo en el infierno del mejor anatema,
de la perversión como método de investigación
y la lujuria patógena.
Porque yo siempre quise ser como tú:
desaparecer de este planeta malsano en cada palabra,
prostituirme por un plato verrugas,
jugando a ser genial.