UN RECIENTE ESTUDIO realizado por el prestigioso neuroquímico y etnomusicólogo canadiense Edgar Thomas, demostró que el Blues alivia diez veces más rápido que la Música de Banda los dolores en el pecho causados por desamor. Esto, debido a que los intervalos existentes en las escalas del Blues son idénticos a los intervalos de impulsos electroquímicos que la ínsula, porción de la corteza cerebral donde se desarrolla el amor, utiliza para regenerarse de algún daño; mientras que la Música de Banda estimula la zona cerebral asociada con la adicción a las drogas.
El párrafo anterior es todo mentira. Lo escribí para los coleccionistas de datos inútiles; aquellos que sólo leen primeros párrafos para correr a contar que “hoy han aprendido algo”. Ahora que me acompañas tú, déjame platicarte que este fin de semana me sentí con unas ganas inmensas de llorar, pero imposibilitado de hacerlo. ¿Te ha pasado que necesitas llorar y no puedes? ¿Te has preguntado que, si existe la risoterapia, por qué no la llantoterapia? Quizá resultaría un negocio millonario…
Yo necesitaba llorar, pero no un llanto acompañado de cerveza, amigos y Música de Banda. Imaginé que el llanto de alguien que sabe llorar habría de ser sin alcohol, a solas y oyendo Blues. Entonces abrí mi sesión de Spotify, y me dispuse a conocer bandas de Blues. Al final, mis ojos atendieron a las añejas lecciones de que llorar es malo, y no lloraron; pero el alma me tembló como una luz de vela a lo largo de estos cuatro discos que ahora te recomiendo:
- De Little Boy Quique, I’ve Got The Blues.
- De Smiling Jack Smith, Now That Truth Was Gone.
- De Basta Super, Que la Suerte Te Acompañe.
- De The Forty Nighters, One in Five Million.
¿Me recomiendas algún otro? Es que mi alma necesita seguir temblando…
Autor: Víctor Lovera