Has llegado al corazón a oscuras,
esperándote desde la eternidad. Con único ademán,
has conquistado territorios que eran sólo del viento.
Esta noche, sólo hoy, sorberemos la pulpa sombría
del amor vedado, como a una víscera.
Es momento de desatar los nudos de mi boca
aproximándose a ti con hambre.
De preñarme de tu olor como droga fuerte.
Te me das, limosna merecida.
Mañana no estarán tus dedos queriendo engañar los míos.
Y de nuevo sólo habrá ofrecida a mi ternura
una lija para limarme. Tus manos no buscarán
hundirse en mis cabellos
ni tus botas descansarán junto a mi cama.
Un último favor haz de hacerme, al despertar.
Al brotar el alba, arranca sin lástima el hilo
del que dejarás pendiéndome la vida:
ya no podré sentir nada.